martes, 24 de julio de 2012

Desechos sin Caducidad


         

Diciéndome que todo sería diferente, le creí. Y entonces se acercó y me plantó un beso, de esos de los que uno desprecia, porque son con tremenda falta de pasión y con algo menos que cariño; de mero compromiso, sin siquiera un gemido, abriendo solo un poco los labios para humedecerlos y listo. Se aleja un poco y dice algo así como: Espero verte pronto, no te pierdas tanto. No le presté mucha atención, yo conectaba el aparato para escuchar música en el auto, dispuesto a manejar y largarme de ahí. Yo idiotizado por su caminar, ella alejándose cada vez más. Un paso seguro y otro detrás, con la misma firmeza con que se veían esas piernas. Pensé en sacar un: ¡yo te marco! pero fue inútil, reconocí mi ausencia de honestidad y lo omití.

Después si fue diferente, al menos para mí; había dejado de hacer cosas y comenzaba a hacer otras. Ella igual, tal como la conocí. Estúpidamente linda. Solo así, no sé que pude haber esperado. Yo hubiera querido que me retara, que se asemejara en algo o que besara mejor. Rebosante de belleza, se limitaba a eso. A alojar solo mis pensamientos de qué música preferiría para hacer el amor, o que carajos haría para que yo no me concentrara en la mía. Ella me marcó y en algún momento le pregunté: ¿que música prefieres cuando haces el amor?, me dijo que la que sea. Perdí gran afición en indagar. Es tímida pensé, o no sabe si ha hecho el amor. Pensé que quizá solo veía por el bien común, y prefería complacer. Esbocé una ligera sonrisa. Pero más equivocado no pude estar. Porque ni había algo en común ni era ningún bien. Pregunté entonces, por hacer plática solamente y templar las aguas, en dado caso que se haya sentido ofendida: ¿que te gusta hacer en tus ratos libres? dijo: nada. Yo sentí la sequedad en mis adentros, y un ligero retortijón en la panza. Me pareció muy familiar su respuesta, muy de algunos ayeres. Con ganas de sacudirle la cabeza con ambas manos para que su cerebro se revolviera, se mareara y vomitara algo menos intangible, algo compuesto por dos o tres palabras. Me harté. Instalé el aparato y di marcha. Me despedí y la misma esencia del beso. Estéril. Aunque esta vez había durado unos segundos más. Me fui. 

Volvió a marcar. Invité un par de cervezas, algo de whiskey y un disco compilado con algo de jazz. Ni el whiskey, las cervezas o el disco se habían acabado cuando sentí la urgente necesidad de retirarme. Me atiborraba de preguntas, algunas afirmaciones severas, y muy pocas ganas de consumir lo que yo había llevado. Al parecer dije algo mágico, o no sé si las cervezas que yo tomaba le hicieron efecto a ella, porque se acercó, me quitó la chamarra y desabotonó dos botones de la camisa. Hice nada. Suelo ser algo fácil en momentos así. Dejé entonces que repasara sus dedos sobre los múltiples lunares que tengo en la espalda. Que se acomodara e hiciera sonidos de incomodidad, que estando así no suenan para nada desagradables. Sorprendido por la manera en que se anticipaba la pasión y la imaginación dando surcos. Mordisqueó gentilmente mi oreja, punto de quiebra de mi  timidez. Y tomando mi cara con ambas manos, se detuvo frente a mi boca y dijo claro, aunque algo fuerte para mi posición: ¿ME QUIERES? yo lo escuché así, en mayúsculas. Estuve tentado. Pero preferí decirle que no, y esperar que continuara. Que dijera: ¡Yo tampoco!

Claro que no pasó.

Por un momento vi un pequeño haz, que salía de la puerta hacia la sarta de idioteces que había abierto con esa respuesta. Esperándome del otro lado se veía resplandecer el whiskey, el disco y el regreso a casa. Pero la cerré inmediatamente con mi reacción reafirmando lo preguntado: ¿porque habría de hacerlo?
Entonces, la calma y la pasión se fugaron. Me envolví en un cúmulo de reclamos y mas preguntas. Preguntas de ese tipo. Preguntas con la misma respuesta. No tenía caso mentir, no había algo que lo mereciera, que me hiciera correr el riesgo. No hubiera durado más de 2 de esos besos acartonados.

Quedamos en que yo era un imbécil. No lo dijo, pero quería hacerlo. Y en que ella seguía viéndose genial aún enfadada. Se lo dije.

Y cuando le da por pasar liderando un puño de mis pensamientos por mi cabeza, le marco. Y le pregunto que si me quiere. Su respuesta siempre me recuerda el porqué yo no.



3 comentarios:

Unknown dijo...

Wowww, deberías escribir un libro

Anónimo dijo...

lo leo, lo leo y lo leo y me encanta!!!! está genial!! asi como tu!:D sabes que me encantas y me estoy encariñando muchisimo contigo... espero sepas quien soy :P
besitos... muchos besos para ti...

RoctpLer T. dijo...

Claro señorita que sé quien eres!

y Graceas..