domingo, 18 de mayo de 2008

En Matière Des Minutes...

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El cuarto oscuro, el refresco también, de cola. Como 4 pares de recámaras y ninguna con buena charla. Cocina limpia, no he comido aquí. Sin rastros en la casa de mí, sólo malhumorados aires que me salen y se van, como cualquier aire, como yo que sólo paso. Nadie en las escaleras, o en la sala, ni siquiera yo fumando en la asotea, ya no. Caigo rotundamente, y rodando llego a mis malos hábitos, enciendo el televisor con una sopa calentada y añado limón. Pierdo contra el ánimo de empezar el juego de hacer deberes. Peleo, el nombre de mi día. ¿Comunicarme con alguien? claro, a cada momento. ¿Música? no faltaría. En el estéreo a medio funcionar. En el computador desmantelado. En mi cabeza circulando aleatoriamente, sólo frases.
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Comienza el dolor de cuello y elevo la barbilla hasta poder contemplar el foco, ahorrador como todo buen cochinito. Leo un rato, y Leo según las estrellas. Risas en la calle, en la ventana, alguien se la pasa bien. Papeles en la cama, en la basura, bajo el colchón, todos para algo importante. Prenden rápido. ¿Cabizbajo? aún no. Sigo viendo la bombilla. Y doy a mi cuello un descanso al girarlo. Espero la llamada de una chica, con esa horrible y desidiosa esperanza con la que imagino mi cara de idiota al contestar. No llama. El fuego de las hojas sigue prendido. Dormir es una opción, la segunda es hacerlo afuera. Sólo yo y el asiento del auto. Sin chica, sin llamada ni llamaradas saliendo del coche, no todavía. Salir de la lúgubre casa y encender una luz, la de la calle, y tomar algo claro, aunque también de la coca.

Reír como los que pasaban sin corajes, como vapores a medio calentar. Tibios. En su propia olla de piel. Mejor reir de ellos y enojarse por sus adentros. Llenos de papa, como sacos, como bolsas que tendrán que abrir. Más aún, y menos triste que verlos y no llorar, es estar con ellos y estar feliz.
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