domingo, 13 de junio de 2010

Cerca dl amor

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Y yo dije: ¡¡No estoy enamorado de ti, ya no!!
ella no supo que decir, y dijo nada.
¡No estoy enamorado de ti!, ¡yo te amo!
ella quedó extrañada y no hubo más que decir.

Amores de niños, de jóvenes tan enamorados, nunca con deseos de olvidarlos.
Complicaciones adultas por no querer madurar, por estancarse en una etapa de corazones joviales en busca solo de un beso para vivir.
Dejaron de pagar por mi corazón, yo dejé de alquilarlo.
Tener comprensión no ha sido alguna vez mi meta, bien si lo haces, sino ¿que más hacer? Personas jóvenes jugando al amor maduro, sin compromisos niconocimiento de que son 2, y no uno mismo. Repletos de fantasías, sueños e ilusiones que se quedan ahí, en esos aviones que no aterrizan.


Problemas de adultos en cuerpos sin arrugas, quizá se deba encontrar cada quien, con uno mismo, respectivamente.

miércoles, 9 de junio de 2010

Me cuento viejo

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-¿Que pasa viejo, por qué tan molesto con la pobrecita vida? Cuénteme que le ha hecho para que usted quedara tal cual es ahora-, preguntaba Joan en tono burlesco y con una leve sonrisa en su rostro, como con ganas de tumbarse al suelo a carcajadas con cualquier respuesta que escuchara. -Dime, en serio ¿algún amor prohibido? ¿recuerdos de la guerra? ¿inconvenientes en la alcoba? ¿o es que acaso nadie te puede comprender?- Insistía con la única intención de mofarse.

La situación seguía igual, el lugar no podía cambiar, Joan sentado frente al viejo, y el viejo con la vista en los árboles de enfrente, mientras acariciaba el filtro de uno de sus cigarros, pequeños, delgados, de tabaco negro. -Ya se había tardado en despedirse-, comentó el viejo con voz pacífica, mientras Joan inmediatamente volteaba detrás para ver una urraca que al parecer era mejor recibida y tenía mejor comunicación con el viejo. -Se despide de ti– dijo Joan con risas entrecortadas, -se despide del día– contestó el viejo con una calma como la que sólo el muerto demuestra en su entierro. -¡Vamos, sonríe un poco! Debe ser horrible permanecer con la cara larga todo el tiempo, ¡además no siempre puedo venir a visitarte!-.

El rostro en definitivo no podía cambiar, el viejo hacía tiempo que no pensaba en él. Joan, ya un poco serio y frustrado por no haber hecho que el viejo enseñara sus dientes para reír, decide quedarse así, serio y frustrado, con la idea más confirmada de: no intentar hacerlo otra vez. El viejo, en su paz inmaculada dice: -me iré a dormir hijo, se acaba el día, mis huesos no soportan el frío y aquí nos levantan temprano, ¡justo cuando arriban las golondrinas!-, decía con voz tenue y entre-pausada mientras se levantaba de su silla. -Esta bien viejo, vengo hasta el domingo- decía Joan con el ceño apretado y mirando al piso. -Me gustó tu visita-, decía el viejo mientras hacía un gesto de despedida con la mano, -nos vemos mañana pequeño amigo- mientras sonriendo se desarrugaba su boca.

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martes, 8 de junio de 2010

Extraña Sensación De Entrañar La Esperanza

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Malhumorados aires de arrogancia y orgullo que penetraron mi conciencia, jamás había llegado al momento de pensar en retirarme antes de la catástrofe, antes de echar a volar las navajas de los gallos con el fin de por lo menos tener unos rasguños anteponiendo la derrota. Me sentí impotente ante la sapiencia de no saber que hacer, desmembrado del cerebro al corazón. Con un corazón de madera, que se hincha con esa agua de la que me he separado; que cruje y vuelve a crujir con ese insoportable sonido, al quedarme solo con mi fuego.

Con el llanto entre la garganta y la cabeza, quedo con una amarga tristeza sin resolver, sin desatar, con lágrimas de un inútil que no sabe llorar, que evita hacerlo. Sentí la llegada de un adiós, de un bienestar ajeno, al que sólo debería estar contento si no me incluyera yo junto a él. Sentí largos los días en los que no escucho ni el mísero timbre de la llamada. Frecuento sitios y compañías con las que no llenan aquél rincón de miseria a los que trato de llegar, que no me dejan alcanzar. Con los dedos partidos de sollozar por las manos de aquella caricia, de aquél peso exacto en el que mis mejillas no resienten la presión de un beso. Grité en silencio por aquél suspiro que revive la flama, con la que no he tenido contacto, que ha evitado mi palpitar apresurado en busca de un buen rato.

Miré el vacío con limitada altura, oscuro como cualquier otro vacío, y tiemblo ante la frecuencia en que los amantes se observan en la calle, en las fotos, en las pláticas a media honestidad. Respiro el aire pesado del cigarro y el dolor de pecho al amanecer, pensando en la incambiable respuesta de no obtener respuesta. Compartir la saliva de alguien a quien no se contempla para más, para llegar a viejos y mencionar de aquellos fallos que tuvimos a mediana edad. Respeto el rechazo como una forma de no seguir más, de esperar, pero algo que revienta mis entrañas y que perfora mi mente con alusiones de oxidar, es ignorar esa petición de rechazo, dejar a un lado o evitar cualquier confrontación. No estoy para ser ignorado, sino para al menos ser rechazado. Duele el imaginar la reacción al saber de mi mensaje diciendo “me gustaría saber de ti… sería bueno que al menos me digas que deje de molestar” que no queda más a la imaginación que voltear la cabeza o borrarlo sin haberlo leído. No importa más.

Quedaba la espera y por añadidura la esperanza, que tratan de ser fieles, que flaquean, que se les obliga a permanecer en ese interminable reposo, esperando, siempre como mejor amiga a la espera ¿Por qué habrían de olvidarlo? Permanezco con la amargura del santo, que no espera algo, sino que lo supone. ¿Habrá algo que renueve mis votos de seriedad social, de rejuvenecer ante los caprichos juveniles y ser entonces alguien que no sienta ni piense, como el dichoso que está presente estando en otro lugar? Quedo perplejo, y entonces sucumbo ante quehaceres sin empezar.

Pero la pausa, siempre será así, enemiga íntima de la resolución, y por si fuera poco y mas desdichada aún, predestinada a siempre perder. Nos levantamos de ese sillón afelpado y semi-cómodo en la sala de espera, y obtenemos la noticia: el amor está maltrecho, moribundo… lo sentimos.
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domingo, 6 de junio de 2010

Malvenido

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Comenzar otra vez, empezaré a hacer lo que había dejado, porque sí lo hacía. Frené mi motivación a escribir, desde hace ya un par de años, dejé a mis manos mudas, y ellas tan gentiles no tuvieron otra opción que dejarme hacerlo. Ahora, que los cambios se notan más, que mi cuerpo ya resiente la caída, es necesario y preciso mencionar que el cambio es para mejorar, sino, seguiría haciendo lo mismo. Me dejaré expresar, como hacen los que hablan sólo para respirar, tener ese nuevo semblante de tranquilidad.

Escribir, siempre algo tan fructífero, con sus miles de siniestros significados, aunque más interesante es leerlo sin sollozar, sin quebrarse nuevamente en el abrigo de las lágrimas. Escritos, recordando a aquellos que ya no están, que se fueron o nos dejaron; es común que queramos olvidar a aquellos que siempre quisimos recordar, por el desgraciado e inherente dolor que conlleva una ruptura, un adiós.
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